Los traductores jurídicos y la confidencialidad

Marc Duckett—
Los traductores jurídicos solemos tener dos tipos principales de clientes: particulares y empresas. Los tipos de textos que cada uno de ellos necesitan traducir son diferentes, pero algo que ambos tienen en común es la necesidad de que se garantice la confidencialidad de la información contenida en ellos.
Hablemos primero del primer tipo: los particulares. En general, los motivos por los que necesitan una traducción profesional (sobre todo en el caso de una traducción jurada) vienen acompañados de acontecimientos estresantes y extremadamente personales: desde expedientes de matrimonio, divorcio y custodia, pasando por inmigración y solicitudes de empleo, hasta testamentos, demandas fiscales, informes médicos o incluso juicios penales. En todos estos casos, es obvio que no se desee que ninguna parte involucrada en el proceso, ya sea un abogado, un médico o un traductor, hable de los asuntos tan privados e íntimos de alguien.
También hay empresas que necesitan un traductor para tratar asuntos que son secretos comerciales: informes internos, solicitudes de patentes, litigios con clientes, cuestiones fiscales, planes estratégicos o fusiones y adquisiciones. Lo último que se quiere es que alguien involucrado filtre inadvertidamente información que pueda llegar a periodistas o colegas del sector, con todo el riesgo que ello conlleva o los rumores que pueden desprenderse.
Es frecuente —a la par que exigible— que las empresas pidan a los traductores con los que trabajan que firmen un acuerdo de confidencialidad para que estén obligados contractualmente a mantener la información privada debidamente protegida y confidencial. Sin embargo, en muchos casos las empresas no piensan en hacerlo antes de enviar los documentos a traducir, y los particulares prácticamente nunca piden firmar un documento de confidencialidad.
En Legatrad firmamos contratos de confidencialidad con todos nuestros colaboradores, y siempre estamos dispuestos a firmar un acuerdo de confidencialidad con los clientes –su propio modelo o el nuestro— porque queremos que nuestros clientes se sientan protegidos. Pero, en nuestro caso, en realidad es innecesario, ya que un principio de nuestro trabajo es que TODA la información que recibimos debe ser confidencial y no compartirse con otros, independientemente de que hayamos firmado formalmente o no un acuerdo de confidencialidad. Es una cuestión de profesionalidad y ética laboral básica.
Los traductores nunca deben ir por ahí diciendo a la gente que una empresa tiene problemas con Hacienda o que otra empresa planea despidos. Y es un principio fundamental de nuestra forma de trabajar no hacerlo nunca. Jamás. Una vez que recibimos sus documentos y la información, no la comentamos con nadie más porque es esencial que como clientes nuestros podáis confiar en nosotros implícitamente.
En nuestra opinión, dado que el trabajo de un traductor trata información íntima y sensible, esta debe mantenerse siempre en secreto. Independientemente de que exista o no una obligación legal formal. se trata de una cuestión de ética personal y profesional básica.